Un espejo de agua turquesa rodeado de cordillera marrón con picos blancos anuncia la llegada. Después de pocos kilómetros asoma la extensa comarca turística, que en cada curva descubre diferentes rasgos de su identidad pincelada por la historia de baquianos y patriotas.
Antes de llegar, viñedos y bodegas -orientadas a producir grandes vinos y atender a turistas-, junto a montañas y glaciares del Cordón del Plata son postales tentadoras. Potrerillos, sitio equidistante entre Ciudad, alta cordillera, el centro de la provincia y la primera zona vitivinícola del país es una tierra de contrastes que atrae. Descanso y diversión, vida campestre y turismo aventura, serenidad y adrenalina, el encuentro de amigos y con uno mismo se unen en este lugarcito especial. Por eso, los turistas se debaten entre hacer nada o hacer todo lo que ofrece.
Descansar, caminar, ver la vida y la naturaleza con ojos de viajero, leer o escuchar música en valles cordilleranos y bajo la custodia de la máxima cumbre de América es uno de los placeres de quienes lo visitamos. La agenda de actividades tienta al ocio activo: trekking, hikking (trekking+ascenso), rafting, cabalgatas, hidrospeed, mountain bike, escalada en roca y en hielo, windsurf en el lago, pesca en arroyos y con mosca en el espejo de agua, y avistaje de aves integran el menú, que siempre puede maridarse con buenos vinos y carnes asadas con el sabor de la leña.
Con una u otra opción, lo que sí es seguro que los días transcurren al ritmo de una villa de montaña, que a mediados del siglo pasado fue atracción de viajeros que desafiaban alturas y carreteras. Muchos conocieron el legendario Hotel Potrerillos, que desde un tiempo reabrió sus puertas y engalana la zona. Hoy, la accesibilidad por ruta internacional agiliza la llegada a valles turísticos con propuestas diversas de alojamiento en cabañas.
Llegamos a la nuestra durante la siesta, momento de descanso por excelencia en la tierra del sol. Más tarde probábamos las primeras tortitas con dulce casero, que no pudimos dejar en toda la semana, y descubrimos que cada atardecer y amanecer es un calidoscopio en gran escala.
Decidimos explorar la zona. Subimos al Cerro El Cristo en la localidad El Salto, para ver toda la comarca. Pasamos por la cervecería artesanal, para degustar las variedades elaboradas con agua de glaciar, inclusive la añejada en barricas donde se criaron algunos de los mejores Malbec. Como aún había luz, improvisamos un trekking de baja dificultad en una mina a cielo abierto. Las rocas -con grandes concavidades que emulan un paisaje lunar- se combinan con un cielo límpido y vegetación autóctona, en especial los cactus floridos de diversos tamaños.
Ya para ese momento entendimos que uno de los valores de la zona es la pureza y calidad del aire. Nos sentíamos muy vitales, pese a todo lo que habíamos hecho. Estábamos a unos 1.800 msnm, con buena cantidad de oxígeno y nada de contaminación. Un cielo diáfano y noches de estrellas nítidas sólo confirmaban lo que nuestro cuerpo y mente nos decían. Sentíamos que el tiempo se extendía, sólo para lo que queríamos hacer.
Teníamos ganas de más y partimos al imperdible trekking en el Parque Provincial Aconcagua. Un sendero de interpretación de una hora de caminata nos guía por millones de años. Agua, viento y glaciares modelaron el Valle de Horcones. Desde el mirador se aprecia la Pared Sur del Aconcagua, con sus glaciares colgantes (seracks), el superior de 200 a 300 metros de espesor. La flora subacuática de la Laguna de Horcones es un banquete para las aves acuáticas que la habitan. Abierto para todo público y el año entero es más que recomendable entre los atractivos de alta cordillera, aunque también se destacan el mítico Puente del Inca, el Cristo Redentor y los lugares históricos y prehistóricos próximos a la villa de Uspallata.
Intercalado con un día de descanso, dedicado a descubrir los sabores de la comarca ofrecidos en los restó de la zona donde nos sirvieron truchas, chivitos, hongos y otras exquisiteces, nos encaminamos a otro imperdible de Mendoza: La Quebrada del Cóndor. Cabalgata, avistaje de cóndores y hospitalidad de sus dueños son los atractivos de este lugar cerca de Potrerillos, donde la naturaleza andina se entrega a pleno.
Los animales son mansos y los guías, maestros. Después de subir a 2.800 msnm, disfrutar de la inmensidad, divisar lagos y cadenas montañosas desde las alturas, los Veggiani, propietarios del lugar, tienen el asado listo con una previa de empanadas y riquísimas ensaladas.
No podíamos irnos de la tierra del vino sin visitar bodegas. No sabíamos cuáles elegir. Nos recomendaron visitar al menos una artesanal y otra industrial. Todas tienen un atractivo diferente y queremos volver para degustar más.
Disfrutamos mucho. Pero nos quedamos con ganas de ver el paisaje de Potrerillos en cada temporada, cuando renueva el escenario de paisajes y sensaciones. Montaña, agua y verde en verano; bosques dorados en otoño; nieve en invierno; flores silvestres, aves y sol en primavera. Así la naturaleza preserva todo el año el denominador común: permitirnos sentir a pleno entre valles y montañas andinas, cerquita del sol y del vino.
Tips para alojarse y disfrutar de Potrerillos
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